Mostrando las entradas con la etiqueta Libros. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Libros. Mostrar todas las entradas

viernes, 22 de marzo de 2024

The first day of spring

Sugeriría escuchar a Vivaldi, si al menos
no fuera todo un cliché.
La primavera llegó de manera contradictoria a Monterrey en 2024. La noche del Domingo comenzó una lluvia que se extendió por prácticamente todo el Lunes, trayendo un par de días con frío moderado. Un "frente frío" (como dicen los que saben) que marcó el cierre de un Invierno débil, imposible de comparar con los que vivimos en años anteriores. No me quejo, digo. Ya les había contado antes que no me llevo para nada con las temperaturas bajas... Sí, yo sé que a mucha gente le gustan. Peeero yo no formo parte de tal grupo. Al respecto de la lluvia, cualquier chubasco se agradece, en un momento en el que nuestras presas se encuentran a punto de quedar secas. Esta es una ciudad cuyo clima es famoso por ser inestable, caprichoso. Creo, aun así, que las tendencias de lluvia tienden a repetirse de una forma que podría ser descrita como ligeramente predecible: un año viene con su Verano sin lluvia (como en 2021). Y, al siguiente, nos estamos ahogando (recordemos lo que pasó a fines de Agosto de 2022. La historia se dio exactamente igual en 2019 y 2020). Pero no nos adelantemos, lector. Tengo la esperanza de que Agosto y Septiembre, acercándose el Otoño, traerán el regalo de lluvias cuantiosas... y si no es así, pidiéndoles una disculpa ante la falta de elegancia en mi léxico, nos va a cargar la chingada

Ok... dejemos la especulación dramática y el lenguaje arrabalero para otra ocasión. Volviendo al tema: cuando era más joven, con una mentalidad más simple y "edgy" (no pondré "melancólica" porque, dejándonos de cosas, sigo siendo melancólico), solía decir que el Otoño era mi estación favorita. Mi imagen del Otoño no estaba muy apegada al realismo, sin embargo, siendo más bien influenciada por las poesías que acostumbraba leer y escribir. La estampa de las hojas de los árboles cubriendo los calles, el viento suave, la boina gris y el corazón en calma de Neruda... ese estilo de cosas en las que sólo puede pensar un adolescente, un poco más sensible de lo razonable, que ha descubierto el poder emocional de las palabras. Ahora que ya estoy más viejo y fastidiado, creo que le he encontrado el gusto a la Primavera. Es la temporada de las vacaciones de Semana Santa, cuando el clima es excelente (antes de que el Verano ponga el termómetro a más de 40° y las laptops quemen los dedos)... ¡Qué sé yo! Se respira una atmósfera tranquila, con nostalgia de la buena. Es como si la Primavera fuera la infancia del año, a pesar de que ya nos encontramos casi en el cuarto mes. Marzo y Abril son amigos amables, cuya presencia es muy agradecida para el ánimo. Difícil de explicar con palabras claras lo que quiero decir. Sólo sé que la Primavera es hermosa, y que no puedo evitar quererla. 

Precisamente recordaba que, en uno de mis libros de lectura de la escuela Primaria, se incluía el poema Primavera, del autor cubano Nicolás Guillén. De acuerdo con el catálogo histórico de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (CONALITEG), yo alcancé los libros de la generación de 1988 durante mi primer año de educación elemental. Para el segundo grado, ya nos habían hecho el cambio a los de la generación de 1993... lo que tiene perfecto sentido, puesto que cursé la Primaria de 1992 a 1998 (no, no alcancé a tener el libro con el perro blanco en la portada). No creo equivocarme de alguna manera, entonces, al identificar el Libro de Lecturas en el que estaba incluido el texto de Guillén. Y sé muy bien que no serán pocos quienes recuerden esta pequeña pieza literaria:

Mi libro escolar de lecturas, exactamente
hace 30 largos años...

Cuando leí el poema de Guillén tenía poco de haber cumplido los 8 años. No obstante, para esa edad yo ya conocía muchos temas del Rock mexicano sesentero, por lo que la metáfora de la "Prima Vera" como persona (y una frase muy, muy específica) me recordó de inmediato a una canción de la época, la cual parece -de hecho- una adaptación libre de la poesía cubana. ¿Ya se imaginan a cuál, verdad? Es uno de esos temas que se han vuelto considerablemente famosos entre muchas personas que no son aficionadas al Rock clásico, ya que (me acabo de enterar) suele utilizarse para bailables en las escuelas Primarias y Secundarias, como parte de los festivales de la Primavera. Lo curioso es que es una canción que habla sobre extrañar la Primavera cuando llega el Invierno, no sobre el arribo de la estacón en sí. Claro: me refiero a Vuelve Primavera, de Los Blue Caps, tema nacional compuesto por Armando Trejo en 1961. Tenía bastantes años sin escucharla, así que lo harán conmigo:


Y, para finalizar, aunque pensé en incluir The Rose de Bette Midler para cerrar el post de hoy, me fui con algo menos popular. El nombre de The Lilac Time, la banda formada por el británico Stephen Duffy, quizá no resulte tan familiar como el de otros grupos de su género. Su álbum No Sad Songs, sin embargo, me parece bastante bueno. En realidad, creo que no tiene alguna canción que pueda considerar como "mala" (me gusta particularmente The Wedding Song), así que vale la pena compartirles The First Song of the Spring antes de pasar a retirarme. Es una banda que merece mucha más atención de la que tiene, sin duda.

sábado, 2 de marzo de 2024

Un cassette de Cat Stevens, por favor


Catz buscando discos a precio razonable
en Salinas & Rocha (1999, colorized)
Ya sé que voy a sonar como uno de esos comentarios tontos (y bastante cliché) de YouTube, pero... creo que puedo asegurar que mi entusiasmo y gran cariño por la música empezaron desde que era muy niño, puesto que apenas tenía 7 años cuando, por elección propia y movido por una extraña curiosidad, me ponía a escuchar los cassettes que formaban parte de la numerosa colección de discos de la familia. Aunque esa chispa de interés por las cuestiones musicales había nacido un poco antes, gracias a cierto tema en inglés de 1954 (Rock Around the Clock de Bill Haley. Todo se lo debo a las geniales carpetas de Los Monstruos del Ritmo de Sabritas... específicamente, a Rocky' n Roll), la verdad es que no le prestaba mucha atención a la música en tal idioma. Mis gustos se limitaban por completo a las canciones en español, o a las melodías instrumentales. Y es que, después de todo, era comprensible. Mis habilidades con el inglés, haciendo a un lado las palabras básicas y "comerciales", era nulo. A diferencia de mis dos hermanos mayores, quienes aprendieron el idioma desde la educación elemental, el plan conmigo fue distinto. Más... rústico.

Vaya: como estudiante de Primaria pública en lugar de colegio cremoso y privado, el inglés no formaba parte del programa de mi enseñanza básica. De hecho, en algún momento me dijeron que adquirir preparación en el inglés se me iba a "dificultar mucho", que quizá "nunca" podría aprenderlo... y que debía preocuparme por ello. Ahora bien, a pesar de las advertencias gitanas, mis padres no se iban demasiado con la idea de que recibiera clases particulares, así que pasé varios años sin prestarle importancia a mi pobre dominio del vocabulario anglosajón. Esta bendita ignorancia trajo como resultado que las canciones en dicho lenguaje me parecieran incomprensibles: balbuceos acompañados de música, sin interés para mis oídos infantiles (con la posible y única excepción de Sixteen Tons, en voz de Alberto Vázquez, muy buena versión del clásico de Tennessee Ernie Ford que era bastante fácil de escuchar en las estaciones de AM. Por cierto: Vázquez siempre será, para mí, el mejor intérprete mexicano de la era del Rock, incuestionable. Era, y sigue siendo, un chingón). El caso es que todo el panorama de los idiomas empezó a cambiar en mi vida con la llegada del verano de 1998. Fue cuando se dieron, al mismo tiempo (quizá por suerte; quizá porque ya era el momento), varias situaciones que me llevaron a, por fin, darle su merecido lugar a esa música que había ignorado hasta entonces por la barrera del lenguaje.


I. It's still Rock and Roll to me


Lo primero que pasó no podía evitarse: en ese año entré a la Secundaria... y, como es sabido, una de las materias por defecto de la educación en México, tanto en Secundaria como en Preparatoria, es (o era, no sé cómo anden las cosas actualmente) el Inglés. Me gustara o no, y sin importar el "temor" que pudiera experimentar hacia el idioma, iba a tener que aprenderlo. Un poco antes de ello, todavía durante las vacaciones, empecé a ganar más contacto con la música en inglés por diferentes medios. Si alguien de Monterrey me está leyendo (y que sea mayor de 30), posiblemente recordará que el Canal 34, entre el 95 y 97, dedicaba su transmisión principalmente a películas y programas de videos musicales. Esto cambió para, más o menos, principios del 98 (quizá poco antes, quizá poco después), cuando se convirtió paulatinamente en repetidora del Canal 4 del DF (entonces llamado Central 4. Sí, en el que pasaban series animadas como Dilbert, Daria, King of the Hill o la primera temporada de Family Guy, junto con "live-action" que en ese momento gozaba de mucha popularidad en EEUU y Canadá, siendo el caso de Are you afraid of the dark?, Goosebumps o Seinfeld). Como relleno a dicha carterlera, también incluían los típicos informerciales de media hora... y uno de ellos, que regularmente aparecía los sábados a la 1:00 PM, estaba dedicado a una colección musical llamada Rock 'N' Roll Era, del editor Time-Life. Consistía en 7 álbumes con temas en inglés de la época de comienzos del Rock, abarcando de 1954 a 1961. Durante muchos años pensé que estaba perdido, pero un usuario de YouTube lo publicó recientemente. Aquí se los dejo, aunque cabe señalar que está en inglés (un agradecimiento sincero a Joe's Video Archives por subir este material):

Sí... es tal como lo recordaba, aunque por el Canal 34 lo pasaban con doblaje nacional. Me acuerdo muy bien que Steve Carlson era interpretado por el actor Gerardo Reyero, cuya voz estaba ganando mucha popularidad en todo el país por su trabajo como Freezer en Dragon Ball Z (eran justamente los días cuando se estrenaron dichos episodios por el Canal 5. Como buen púber de 12 años, por supuesto que los vi). No está de más aclarar que la colección completa de Time-Life era extremadamente grande (más de 50 álbumes), pero la versión que se vendía por medio del Canal 34 resultaba muy básica, aunque no por ello mala (era una variante patrocinada por el presentador Dick Clark, hombre muy querido por el público de EEUU). El caso es que dicho infomercial contenía fragmentos de muchas de las versiones originales de los temas que yo conocía por los covers hechos en México. Mis padres ya me habían aclarado que las canciones del Rock mexicano que yo solía escuchar eran, en su mayoría, adaptaciones de temas en inglés, francés o italiano. Naturalmente, no le había dado importancia a ese detalle sino hasta que pude conocer tales canciones de primera mano. Este informercial, que para el Canal 34 no era otra cosa más que simple relleno pagado, me había dejado una cosa muy clara: no importaba cómo, pero quería saber más de Buddy Holly, de Fats Domino, Roy OrbisonChuck Berry, de los Everly Brothers... nombres que poco antes me habían resultado completamente extraños.

Por esas mismas fechas, un compañero de trabajo de mi padre le prestó el genial Live at the BBC de The Beatles, lo que provocó una conversación sobre Buddy Holly y su influencia para The Fab Four con Crying, Waiting, Hoping. Esto a su vez llevó a que me contara sobre Ritchie Valens y la película La Bamba, que luego trajo la compra del soundtrack (muy bueno, por cierto). Un par de discos más y algunas conversaciones con el viejo sirvieron para que, en cuestión de unas pocas semanas, conociera más canciones en inglés de las que podría haber escuchado en un par de años. Ahora bien, yo quería conocer más... Ahora bien, la cosa es que cuando tienes 12, es 1998 y falta todavía para que sepas lo que es el Internet, la única manera de obtener música es: o pedirla en alguna estación de radio, o ver si puedes encontrar los discos a precio razonable. Al final, y como seguramente todos mis contemporáneos hicieron, terminé creando una mezcla de ambas cosas. 

En cuestión de la radio, yo no salía de AM, teniendo muy claro cuáles eran las estaciones en las que sabía que podía escuchar Rock de los 60 en español: la RG 690 (no se dedicaban a los deportes al 100% en esa época. Tenían programación musical durante las noches y, al menos entre 1995 y 1997, sólo música "del recuerdo", con la conducción de Víctor Manuel Hernández. Yo les marcaba bastante... quizá demasiado), Radio Recuerdo (que, si no estoy mal, es la única estación de "mis tiempos" que sigue activa hasta la fecha, con su estilo intacto. Da miedo pensar que aquellos temas que que estaban de moda en los 2000 ya se consideran como música "retro"... ¿verdad?) y Radio Centro 770 (al igual que Radio Recuerdo, su estilo iba más orientado al Pop de los 70, 80 y parte de los 90, pero dedicaban 4 horas al Rock sesentero cada día). Sabía que, si quería tener una mayor idea del Rock de los 50/60 en inglés, tenía que pasarme a FM. Y el mejor programa para tal fin era, sin duda alguna, Los Bellos Tiempos, conducido por el Lic. Octavio González (video del canal de LUISMANUEL SALAS).


Tengo bastante para contarles sobre Los Bellos Tiempos, tanto durante su época en Planeta 104.5 como tras su conversión a Golden Planet... y, claro, su cambio a la FB 630 de AM. Hay varias anécdotas que ya publicaré en su momento, lo mismo que algunas grabaciones del programa que tuve oportunidad de registrar entre 1998 y 2003. El caso es que gracias al Lic. Octavio, y a otras figuras de la radio cuyos nombres ya ni siquiera -para mi disgusto- puedo recordar (como el grupo que conducía, los Miércoles y Sábados de 2001/2002, varias horas de transmisión con solo "oldies" en Radio Nuevo León. O el equipo de La Caverna, programa dedicado a The Beatles en la misma emisora, que podía escucharse los Viernes por la noche), fue que supe bastante de una música que durante años había visto como un mundo aparte, lejano y sin interés. Fue mi época como consumidor asiduo de la radio, la cual terminó acabándose en parte por mi entusiasmo hacia las nuevas tecnologías... y a que la radio, simplemente, dejó de ser lo que era por el simple paso del tiempo, la llegada de YouTube, los podcasts... y un largo etcétera.


II. You can't always get what you want



Ahora, ¿qué pasaba con los discos? Bueno... como podrán imaginar, a los 12 no tenía muchas posibilidades de comprar todo aquello que quería. Tuve que aprender a hacer un balance de aquellos álbumes que me gustaban y los que estaban al alcance de mis gastos. Las tiendas más populares del género, como Saharis (que ahora vende puro Funko Pop, ¿no? ¡Qué pérdida de estilo!) o MixUp eran buenas, por supuesto, pero siempre terminaba por encontrar un surtido más adecuado para mis pocos pesos en lugares como Sanborns, Del Sol (la sucursal del Centro tenía una sección de música muy buena, la verdad) y Salinas & Rocha. Se me hizo costumbre pasarme por estas tiendas con una frecuencia un poquito exagerada, especialmente cuando descubrí que por 10 ó 30 pesos podía conseguir cassettes con buen material... Algunos de dichos álbumes no tenían versiones originales (como la extensa serie de International Superhits Collection, producida por el maestro Herbé Pompeyo), pero al menos servían para conocer más canciones. 

Lo que yo buscaba era tener el mayor aprendizaje posible sobre esa música de la que me había estado perdiendo. Claro: puedo mencionar a muchos discos que hubiera querido comprar, pero cuyo precio estaba fuera de mi nivel. La famosa Anthology de The Beatles, o inclusive Past Masters. Varios cassettes nacionales de Elvis (sobre todo Ballads)... Greatest Hits de Billy Joel... Estos álbumes tenían un costo promedio de 120 pesos en versión cassette (en CD llegaban a 180/200). Mi razonamiento era que podía aguantarme y dejarlos pasar, considerando que lo que pagaría por sólo uno de ellos era suficiente para comprar por lo menos 4 cassettes "menores", pero de precio accesible. Y así lo hice, de hecho, sabiendo que no tenía muchas opciones. Había que agregarle el hecho de que en ese tiempo también había comenzado mi interés hacia la lectura, por lo que tenía que decidir bien: discos o libros. No se podían tener ambas cosas. 

Teaser and The Firecat, I presume...
Haciendo memoria de lo que fue ese Invierno/Primavera de 1999, uno de esos álbumes que quise comprar en su momento, y el más caro de todos (por alguna razón que nunca entendí), fue The Very Best of Cat Stevens. Era un álbum recopilatorio de 1990 con algunos de los temas más populares de Stevens, quien para entonces ya tenía un buen tiempo de hacerse llamar Yusum Islam. Yo, le verdad, no sabía mucho de sus trabajos, fuera de Peace Train (que pude escuchar en la 91x. Sí, también hablaremos de dicha estación en el futuro) y de algunas referencias que había encontrado en los discos de mi padre. Pero este cassette siempre me pareció... fascinante. Lo que más me gustaba era la portada: el dibujo representando a una noche tranquila y estrellada, con un personaje estrafalario cuya apariencia recordaba a un duende, acompañado de su gato rojizo y una hermosa luna llena. Me parecía una imagen poética... y extrañamente misteriosa. Cuando lo contemplaba por largo rato, pensando si mi estrategia de "ahorrador" valía tanto la pena, me recordaba a los dibujos de los libros de texto que había tenido poco antes, durante mis años como estudiante de Primaria. No había forma de saberlo a mis 13 años, pero dicha imagen estaba tomada directamente del libro infantil Teaser and The Firecat, escrito e ilustrado por el propio Stevens en 1972 como acompañamiento del álbum con el mismo título (y que, para mí, es uno sus trabajos definitivos como cantautor. Quizá el mejor de todos, desde mi punto de vista). 

Así que, cada vez que me pasaba por la sección de discos en Salinas & Rocha, veía y veía este cassette... hasta que lo dejaba, sabiendo que la compra no iba a pasar. Me terminaba yendo a casa con algo de The Doors que, a suerte de buscar, me había costado una fracción de lo que la tienda pedía por el cassette de Stevens. ¿Que si terminé por comprarlo, después de todo? Pues... sí y no. A mediados de 1999 tuvimos la primera computadora de la familia. Con el descubrimiento de Napster y WinAmp, llegué a la conclusión de que era mejor aprovechar ambas herramientas y ahorrar el dinero que habría gastado en discos. Quizá fue una mala elección, pero en su momento me pareció lógico... Se habían terminado los frecuentes paseos por las tiendas de música, y el cassette de Cat Stevens se quedó en la repisa de Salinas & Rocha, o en la colección de algún otro comprador... que sí tenía dinero, puedo suponer.


Fue hasta 2008 cuando finalmente compré la reedición de The Very Best of Cat Stevens. Era básicamente el mismo álbum, pero con una portada muy distinta... sin ese encanto del duendecillo apuntando a la luna. He pensado en darle gusto a la nostalgia y dejarme de cosas, pidiendo por Ebay la primera versión del disco, esa que tanta curiosidad me despertó hace ya 25 años. Es posible que lo haga... mientras tanto, hace unos días sí que compré el libro original de Teaser and The Firecat. No podía faltar en mi colección de recuerdos, dado el valor emocional de esa pequeña, pero extrañamente reconfortante imagen que, sin exagerar, definió parte de mis primeros años de adolescencia...